*PRESENTARON EL EVANGELIO SEGÚN RENÉ AVILÉS FABILA, UNA EXPLORACIÓN LÓGICA Y CRÍTICA DE LA BIBLIA
“Si hay cielo, si hay que ir al Paraíso, ¡yo
Tendré necesariamente que estar ahí!: No he robado,
no he matado, no he engañado a nadie… sólo fallé un poco en aquello de
‘no desarás la mujer de tu prójimo’,
por todo lo demás,
cumplo con todos los requisitos!”
René Avilés Fabila
(DIFUNET).- Bajo los auspicios del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional de las Bellas Artes, los escritores Bernardo Ruiz, Óscar de la Borbolla e Ignacio Trejo Fuentes acompañaron en el presídium de la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Artes a René Avilés Fabila para presentar el libro “El evangelio según René Avilés Fabila”, editado bajo el sello de Plan C editores.
En una sala abarrotada, Óscar de la Borbolla, dijo que el libro de René Avilés Fabila puede servir para hacer una relectura de la Biblia y de los evangelios y, así, la gente se dedique a pensar.
Dijo, entre otras cosas que: “Hay libros que no se leen o si se hace, se coloca frente a ellos un prejuicio tan grande que impide leer lo que realmente dicen, unos son sagrados y otros —como El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha— son sacralizados.
Entre los primeros están la Biblia, el Talmud, el Corán… y, alguna vez y para alguna gente, debió de haber estado el Popol Vuh (…) ¿Quién sería capaz de criticarlos?, ¿quién se atrevería a decir que alguno de ellos se le cae de las manos?”.“René Avilés Fabila se ha atrevido para darnos —como Dios manda—, es decir como manda el sentido común a leer la Biblia y a ofrecernos las conclusiones (…) A mi juicio no se trata de un libro que necesariamente la desacralice, porque ¿quién ha dicho que un best-seller, como lo es la Biblia, que vende desde hace muchísimos años millones de ejemplares, deba ser tratado como objeto de culto: no lo hacen sus editores, ni sus compradores.
Los editores tratan de cubrir el mercado y de ahí que haya ediciones de lujo, rústicas, ediciones abreviadas, simplificadas, ediciones con monitos y todas las variables imaginables a fin de sacarle, económicamente, todo el jugo posible”. “Los compradores —agregó—, además de tratarla como adorno, como un pisapapeles que como un objeto que dejan que se ¿lo habrán leído alguna vez? Y, en el caso de haberlo hecho ¿lo leyeron durante horas, bostezando, o sin bostezar?, ¿en qué circunstancias lo leyeron?, ¿se habrán quedado dormidos a la mitad de la lectura o no? (…).
El libro de René, lejos de desacralizar, es un libro moralizante y piadoso (…). El libro está escrito con una prosa clara, amena, con destellos de humorismo.”Por ese tenor siguió para explicar que el texto de René es un todo orgánico que plantea al lector una exploración lógica, crítica de la Biblia y la necesidad de utilizar la inteligencia para hacerse una serie de interrogantes respecto a constatar la veracidad de la existencia de Dios y algunas otras verdades —tomadas como incuestionables— que el catolicismo y el cristianismo han sostenido a lo largo de la historia.
Ignacio Trejo Fuentes, ex alumno del escritor, se dedicó a narrar anécdotas de cómo es René Avilés Fabila como profesor y de algunas correrías de ellos, durante sus años mozos —con otros hoy sobresalientes intelectuales— por Europa. Respecto al libro, dijo que el texto es uno de los mejores del autor, en cuya extensa obra hay ensayo, novela y cuento, porque es “crítico, rudo e irreverente”, además de resaltar el agudísimo sentido del humor con que Avilés Fabila plantea sus dudas y resquemores respecto a la Biblia y sus verdades. Bernardo Ruiz —editor del volumen y moderador de la mesa— aludió al texto como sumamente original, muy completo.
“Creo que el libro tiene pocas fallas, el cuidado de la edición estuvo bajo Rosario Casco —esposa del autor— y del mismo René”, dijo antes de presentar al escritor.René Avilés Fabila, al tomar la palabra, volvió a hacer gala de su sentido del humor arrancando las carcajadas francas del auditorio, para decir que, tras haber sido exhibido en anécdotas bohemias por Nacho Trejo, no le quedará más remedio que contarlas todas y contarlas bien.
Después se refirió al continuo asalto de los temas bíblicos en sus obras y, sobre todo, a darse cuenta como en su literatura siempre surgen las grandes dudas e interrogantes que le planteó la lectura de la Biblia y la mitología durante su niñez, la primera y principal fue la imposibilidad de la existencia de Dios.
Habló respecto a que durante su niñez y adolescencia le surgieron dilemas como el por qué no existen —del mismo modo— los dragones, los pegasos o los unicornios y las quimeras y como le contestaran que esas criaturas no eran reales, sino producto de la imaginación de algún escritor —pero Dios no—, entonces fue cuando se puso a buscar explicaciones para eso que consideraba, desde aquellos momentos como un absurdo, y es así como esos temas —de carácter fantástico— poblaron la escritura que ha desarrollado a lo largo de su carrera.
Resaltó que este texto es el resultado de esas preguntas y que correspondía a la necesidad de escribir un evangelio “como Dios manda”, y, por eso, (con todo el sentido del humor de que es capaz), presento su versión, como si el mismo Dios se la hubiera pedido “porque esos profetas y santos escriben muy mal.”