*LA BUENA NUEVA, EL EVANGELIO SEGÚN RENÉ AVILÉS FABILA
* RECONOCE EL INNEGABLE VALOR LITERARIO DE LA BIBLIA.
*HUMANIZA EL CONTENIDO Y DISGREGA LA MANIQUEA INTERPRETACIÓN DEL PÚLPITO.
* COMPARA OTROS TEXTOS ÉPICOS CON LAS ESTRUCTURAS DE LOS LIBROS CONTENIDOS EN LA BIBLIA.
(DIFUNET).- Si un lector profesa la fe más extendida en nuestro país y no conoce a René Avilés Fabila, podría sentirse ofendido y mandar al Índice (*) este texto provocativo, a la vez tentador y candoroso. Ese lector probable querría quemar este libro porque desconoce que René Avilés es un escritor muy sano de mente y se burla de todo, y por eso pone en entredicho cualquier verdad que se arrogue rastros de eternidad (además éste no sería el primer libro de Avilés con la sugerencia de darle finiquito entre las llamas, véase “Los juegos” (1967).
En el compendio –tan recopilación como la Biblia, salvadas todas las distancias-- escribe una serie de ensayos que titula “El evangelio según René Avilés Fabila” –que curiosamente no habla sólo de la “buena nueva”, considerada a partir del nacimiento de Jesucristo, sino que cita y se refiere a volúmenes previos del Antiguo Testamento-- en los que expresa y trata de resolver una inquietud de fe, el tema subyacente en cada uno de ellos. Además crea silogismos imbatibles, en los que salta lo absurdo de las afirmaciones dogmáticas que todo católico viene oyendo desde la pila bautismal.
Sin embargo, dice un adagio popular que una vez católico, siempre católico, por más que se abjure de la religión y se quiera negar la formación (o deformación) y René Avilés Fabila también lo demuestra con su desilusión por el culto que lo vio nacer, porque la fe no le basta y como buen racionalista “quiere evidencias”. No obstante, sus preocupaciones son las mismas que las de los sabios de toda la historia de la humanidad, ¿quién hizo todo esto?, ¿hay Dios?, ¿soy producto del azar?, ¿quién me dice que hubo antes de mí?, y los resultados de su búsqueda de esas verdades, pesquisa que ha realizado en los libros considerados sagrados en la cultura occidental y otros, le permiten aquí entregar al lector lo que halló como respuesta e inserta en ella su preocupación respecto a la sumisión supina de los fieles católicos mientras expresa su necesidad de sondear las verdades dogmáticas difundidas por la Iglesia, confronta también la mera propaganda católica al registrar muchas de las afirmaciones como cielo, infierno, purgatorio, inexistentes en la Biblia del modo como lo ha extendido la doctrina tradicional, y las exhibe como aberraciones autoritarias del catolicismo.
De un plumazo “El evangelio según René Avilés Fabila” despliega las cruentas historias de los héroes bíblicos y presenta un Dios que no tiene ninguna razón para tener favoritos, salvo un enorme egocentrismo, pues en la medida de ser adorado, quedan dispensadas todas las transgresiones a las mismas leyes que, siendo Dios, dictó a sus profetas como requisitos para la salvación.
Como todo pueblo necesita un relato fundacional, también René Avilés Fabila equipara los analogías épicas entre la Biblia y la Iliada y la Odisea, pero mientras deja entrever indulgencia para los textos y héroes homéricos, le reprocha a la Biblia ser el respaldo de las religiones monoteístas imperantes en occidente y, sobre todo, se rebela ante la existencia de un Dios Todopoderoso y Eterno, y se regodea en las debilidades de personajes como David, adúltero y asesino y las de Sansón, a cuyas heroicas gestas no les concede otro móvil sino la terrenal pasión.
Dueño de un estilo muy directo, constructor de proposiciones claras y lógicas, René Avilés Fabila logra un conjunto de textos a la vez críticos e ingenuos, como si esperara que lo dicho en las páginas de la compilación de libros que llamamos Biblia, fuera cierto y la realidad le demostrara un fraude que señala con sarcasmo, ironía y desencanto. Escrito con pulcritud, es un texto que se lee con curiosidad en una sentada.
También llaman la atención que inquiere sobre la veracidad bíblica como otros textos, por ejemplo “El evangelio según Jesucristo” (1991) del portugués Premio Nobel José Saramago, cuyo recuerdo es inevitable, salvadas todas las distancias, pues mientras Saramago se mete osadamente a las disquisiciones de los personajes bíblicos, Avilés expone la lógica sagrada y entrona a la razón y al humanismo como los únicos dioses posibles.
(Avilés Fabila, René. El evangelio según René Avilés Fabila, Plan C, editores, Colección La mosca muerta, México, 2009, 152 pp.)
(*) El índice es el Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum, lista de libros prohibidos para los fieles de la Iglesia Católica por ser atentatorios contra la fe. Desapareció en 1966, bajo el papado de Paulo VI.
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